viernes, 16 de octubre de 2009

Colombia: Evaluación crítica de nuestra historia reciente (parte 2)

G. Hunt

Fernando Dorado
A partir de 1998 se retoma la iniciativa desde ambos sectores de la izquierda. Aparecen las bases originarias del Polo (FSP y PDI)2, confluyen dirigentes sindicales y sociales, se va sumando la dirigencia de lo que quedó del período anterior, hasta llegar a la conformación del PDA actual.

Las experiencias de los países hermanos como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Surinam, y otros, parecen tener los mismos problemas nuestros, con la única diferencia de que no tienen la interferencia armada (ni de la insurgencia ni de grupos paramilitares). Además, han contado con movimientos sociales fuertes que son soporte de los procesos constituyentes.

Por otro lado, destacados dirigentes “carismáticos” (Chávez, Evo, Correa, otros) han concentrado alrededor suyo esa fuerza, y son - por ahora – un factor dinamizador de esas luchas. Éste último aspecto constituye a la vez, su fuerza y debilidad. Fuerza en el corto plazo; debilidad en el mediano y largo. Ello porque en la “democracia participativa” que se reclama, el caudillismo siempre será una condición negativa.

Caso de México (la versión “inversa” a la colombiana)

Dentro de esa misma dinámica, los movimientos indígenas en México, con el nombre de “zapatistas” (EZLN), encabezados por el Subcomandante Marcos, lanzan en 1994 una “insurrección armada” – más mediática que real –, con el fin de avanzar en el proceso de construcción de un nacionalismo indo-americano, tomando como bandera la oposición al TLC (NAFTA). Por desgracia, ese proceso también se quedó a mitad de camino.

Allá lo que impidió que el proyecto zapatista se convirtiera en un fenómeno nacional fue el temor de “enredarse” con el manejo institucional de un Estado que efectivamente “no es nuestro”. El movimiento asumió una forma particular de indigenismo radical con contenido programático y un lenguaje “antisistémico” global, pero con un desarrollo geográfico y social localizado (Chiapas y sur de México).

Al negarse a participar en las elecciones formales, las fuerzas renovadoras zapatistas creyeron haber resuelto el problema de la autonomía e independencia frente al Estado. Nada más lejos de la realidad. Lo que se aprecia es que el movimiento ha perdido su filo político. Así se ha mantenido durante los últimos 15 años, a pesar de las numerosas acciones “creativas” que se han desarrollado en todo el país. No se ha involucrado al conjunto de la sociedad nacional.

Entre las últimas experiencias se destaca la “otra campaña” (2006). Durante el proceso electoral reciente se convirtió en una oposición frontal al Partido de la Revolución Democrática PRD. Ese comportamiento le sirvió más a la derecha “panista” (de PAN, Partido de Acción Nacional) que al mismo movimiento zapatista, y menos a la lucha democrático-nacionalista mexicana.

Tanto en Colombia como en México las revoluciones democrático-nacionalistas se han frustrado. En nuestro caso la institucionalidad nos tragó; en el otro, esa institucionalidad no ha sido tocada. Ingenuidad política y recelo “apolítico”, parecieran ofrecer el mismo resultado.

Una propuesta en marcha

Es un deber de las fuerzas democrático-nacionalistas colombianas retomar la “pita” de lo que quedó a mitad de camino. Si lo hacemos podremos hacerle un gran aporte al proceso que se está viviendo en América Latina y daremos un salto cualitativo de gran envergadura.

Enfrentar esa “dualidad de poder” sigue siendo un problema práctico y real. ¿Cómo aprovechar la institucionalidad heredada para construir una nueva institucionalidad democrática incluyente y participativa? Es lo que intentamos responder.

Algunas de estas iniciativas ya están en proceso de aplicación en Venezuela, Bolivia, Ecuador y demás. Se propone una táctica de acumulación de fuerzas que implique:

  • Reivindicar la Paz, apropiándonos de la institucionalidad armada para contener cualquier agresión imperial y oligárquica.
  • Profundizar los programas de inversión social apoyándonos en los gobiernos nacionalistas.
  • Vigorizar la institucionalidad democrática haciéndola cada vez más participativa.
  • Fortalecer la intervención del Estado en la economía para debilitar y/excluir toda clase de monopolio extranjero o “nacional” recuperando la soberanía sobre los recursos y áreas estratégicas.
  • Ofrecer todas las garantías para que diversas formas de economía privada, solidaria, comunitaria, mutual, etc., compitan y se desarrollen en el marco de una estable seguridad jurídica.
  • Mantener relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países del mundo pero estrechar la integración regional latinoamericana.
  • Fortalecer el mercado interno de cada país e intra-nacional suramericano, latinoamericano y caribeño, para poder ser realmente independientes y autónomos.
  • Reconstruir nuestras estructuras productivas para garantizar la seguridad alimentaria y defender nuestros recursos energéticos y naturales de la voracidad imperialista.

Esta estrategia corresponde a la necesidad de ampliar la base social de los gobiernos nacionalistas y generar condiciones para que vayan surgiendo otras formas de poder popular, comunal, comunitario, autogobiernos, y demás formas de democracia participativa directa y “desde abajo”.

Nota: estas ideas se proponen en el marco de la coyuntura post-consulta del Polo. Es fundamental fortalecer la unidad que sólo se podrá lograr mediante el debate sincero y franco. No hay más caminos.

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