conversión en un animal mediante el uso de las drogas. Lo cual no deja ninguna posibilidad para la reproducción de la sociedad occidental actual más que por el espacio de una generación.
Claro que muchos no estarán de acuerdo
con esta conclusión pesimista. En primer lugar, aquellos a los que les
obliga el cargo, pero también aquellos que sencillamente no quieren
reconocer lo evidente. Todos estos argumentos en última instancia se
reducen a una sencilla tesis. Que la crisis “pronto” (es importante para
que se dé la reproducción laboral de las generaciones) se acabará,
habrá trabajo y “todo irá bien”.
Sospecho que es la causa principal del
rechazo de nuestra teoría de la “neoeconomía” (que muchos entienden como
la teoría de la crisis, aunque la descripción de la crisis actual es
tan sólo una consecuencia de sus conclusiones económicas generales):
porque la conclusión es demasiado pesimista sobre las perspectivas de la
sociedad liberal de Occidente a la que en los próximos 10-15 años no le
espera ningún retorno al crecimiento económico. No voy a hablar aquí
sobre la “neoeconomía”, ya hay suficientes textos al respecto (dicha
teoría fue elaborada en los años 1997-2001 por los economistas O.
Grigóriev, A. Kobiakov y M. Khazin – N. del T.), hablaremos únicamente
acerca de las consecuencias sociales precisamente para la sociedad
occidental.
Recordaré que la “sociedad del bienestar”
contemporánea se fue creando a partir de los años 50 como respuesta a
la URSS. Hasta los años 70 los líderes de Occidente, que recordaban la
crisis de los años 30, utilizaron activamente los métodos keynesianos
para la redistribución de los beneficios en la economía y la creación de
la “clase media”. Más tarde, después de la crisis de los 70, para
aumentar el nivel de vida de la población y de aquella “clase media”
comenzaron a usar los instrumentos del aumento de la demanda a través
del crédito. Se podría discutir si el proyecto de “Occidente” había
perdido en su lucha contra el proyecto “Rojo” en los años 70, pero la
esencia de la cuestión no cambia: la política de la “reaganomía” estaba
limitada en el tiempo y debemos asumir que precisamente nuestra
generación tendrá que enfrentarse a las consecuencias de esta política.
Aunque
parezca extraño el golpe más fuerte será asestado a los ricos. El caso
es que dentro del marco de la “reaganomía” los principales beneficiarios
eran los financieros y, en consecuencia, el grupo social que más estaba
creciendo era el de la gente rica que ganó su fortuna con las
operaciones financieras (entendidas en un sentido amplio). Pero como
pago aumentaba su deuda, así que para un hombre rico normal las cosas
hoy están aproximadamente así: los activos, con la capitalización de
unos ocho mil millones de dólares, las deudas, aproximadamente de unos
cinco mil millones (es incluso la variante optimista, porque puede haber
también siete, o incluso nueve mil millones de deuda). Estos activos
generan el flujo financiero de aproximadamente doscientos millones al
año, con los que se van pagando las deudas. Si a alguien le parece mucho
los ocho mil millones de dólares, puede reducir todas las cifras
dividiéndolas por dos.
A medida que la crisis avanza ocurren dos
procesos. Disminuyen los ingresos corrientes y baja la capitalización.
De modo que nuestro “oligarca” ya tiene la capitalización de los activos
de tres mil millones, y el flujo anual de cincuenta millones, no más.
Mientras que las deudas se quedaron tal y como estaban en cinco mil
millones… Y el mismo cuadro será prácticamente igual para todos, porque
incluso los productores más “reales” desde el punto de vista de los
sectores de economía, sacaron sus activos a los mercados financieros en
los “dorados” años 90 – 2000.
La conclusión es que el número de
personas ricas se reducirá drásticamente. Según mis cálculos, basados en
consideraciones estructurales, aproximadamente se reducirá por diez. Y
esta gente va a morder para conservar sus privilegios y el estatus,
incluso quitando los últimos restos a los que todavía constan como la
clase “media”. Alimentando además de una manera terrible la tensión
social y política. Sobre todo teniendo en cuenta sus posibilidades, es
decir a las fuerzas de seguridad corruptas, juristas, funcionarios… Esto
se dará en todo el mundo, pero golpeará con especial dureza el mundo
occidental, que no está acostumbrado a una seria reducción de la
economía. Las generaciones presentes simplemente no recuerdan nada
similar.
Al mismo tiempo comenzará la reducción de
la clase “media”. En este caso la reducción será menos brutal, se
reducirá por tres, no más (lo que no es poco, de las tres familias de la
clase “media” actuales quedará sólo una), pero no menos destructiva
desde el punto de vista de las consecuencias socio-políticas. Dado que
los representantes de esta “clase” (analizada desde la perspectiva de
las definiciones clásicas) son muchos más.
Y además, en este caso habrá mayores
problemas. Porque los ricos, por mucho que luchen contra los
representantes concretos del poder que les están quitando las riquezas
(y los ricos siempre seguirán mirando a aquellos que se quedaron siendo
ricos y verán quién y cómo les ayudó a conservar sus riquezas), de todas
maneras soñarán con conservar el sistema en el que eran la élite. Su
objetivo será retornar a los tiempos pasados, pero no construir algo
nuevo. Pero los representantes de la antigua clase “media”, quienes,
digamos, siempre han permanecido en el “pasivo”, quienes no “cogían”,
sino que les “daban”, se comportarán de manera muy distinta. Muy pronto
comprenderán que los “han dejado tirados” (algunos ya lo han
comprendido) y descargarán su rabia sobre todo el sistema en su
conjunto. Los argumentos por parte del poder hacia ellos no van a
funcionar, porque todos los que argumentan se quedaron en la clase
“media” y aquellos expulsados de esta “clase” no les creerán.
Manifestaciones y convocatorias sociales
masivas que vemos hoy en Grecia, Bulgaria, España – justamente se trata
de la gente que sale expulsada de la clase “media”. Aún conservan
ciertas ilusiones con respecto al “pacto social”, las leyes, además la
propaganda antisoviética de los años 90 ha dejado su huella. Aunque, por
ejemplo, en Bulgaria, en la que todavía recuerdan la feliz vida
soviética, las protestas son más poderosas. Pero es sólo por el momento,
la gente que pierde para siempre la oportunidad de tener una vida digna
muy pronto olvidará incluso los lemas básicos de la propaganda
occidental, dado que la vida real cada vez con mayor fuerza y rapidez se
separa de ellos.
Sólo nos quedan los pobres. Con ellos
está todo claro: antes tampoco apreciaban mucho al poder, pero debido a
su debilidad y cierta estabilidad de la sociedad y del Estado, que
cortaban severamente los desmanes desestructurados, tampoco protestaban
demasiado. Ahora la situación cambia fundamentalmente: esta capa social
se multiplica, en primer lugar a costa de los “nuevos pobres”, es decir
de los antiguos representantes de la clase “media”, que poseen cierta
educación y que han oído hablar de las leyes. Y los debilitados estados
les irán arrancando estos conocimientos con la máxima crudeza: para que
comprendan que ya no son los miembros honrados de la sociedad, sino la
plebe que no tiene derecho a opinar. Y cuanta mayor sea la crudeza,
tanto más estructurada y consciente será la protesta.
La protesta se expresará en la aparición
de nuevos partidos (ya están surgiendo), que se proponen como objetivo
un cambio sustancial del actual modelo de la sociedad burguesa (desde la
limitación de los derechos del autor, hasta el fascismo descarado), en
el desgaste de los partidos tradicionales, y en la aparición de las
nuevas formas de actividad política. Lo importante es otra cosa. Y es
que la teoría económica (yo, con perdón, estoy seguro de las
conclusiones de la neoeconomía porque, en primer lugar, existe la
experiencia de quince años de su verificación) señala nítidamente que no
va a haber ninguna mejora sustancial en la economía mundial y la
occidental en la próxima década.
Mikhail Khazin (n.1962, Moscú) es
economista y publicista ruso. En los años 1997-2001, junto con Oleg
Grigóriev y Andrei Kobiakov, ha elaborado la teoría de la crisis actual.
En colaboración con A.Kobiakov ha publicado el libro “El ocaso del
imperio del dólar y el fin de la pax americana” (Ed. Veche, Moscú, 2003)
(Traducido del ruso por Arturo Marián Llanos)
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