Después del terrible sismo del 12 de enero, que daño o arrasó cerca del 80% de los edificios de Puerto Príncipe y alrededores, se produjo una situación análoga a la de las becas del señor W. Jean que describí anteriormente, y que, en este caso, interesa la distribución de las ayudas internacionales que están llenando los almacenes de la Onu en el aeropuerto Toussaint L’Ouverture y que, sin embargo, no han estado llegando a todos los damnificados.
Una buena parte de la población que perdió su casa o de los que tienen miedo de volver a sus hogares agrietados vive ahora en uno de los más de 300 campamentos montados en la ciudad. Según el espacio disponible, cada uno puede contener de unos cientos hasta 30-40mil personas y normalmente son controlados y manejados con distintos grados de efectividad por los consejeros de barrio, la policía haitiana o los mismos ciudadanos desplazados.
Más apartados operan los militares estadounidenses o de otras naciones que vimos pasear tanto armados como desarmados, y también las Ong extranjeras están presentes en muchos de estos campos (Video Carpa Ong Save the Children y Video Soldados Americanos y Niños). Son éstas las que normalmente distribuyen ayudas a una buena parte de la gente que vive en las carpas, según unos criterios preestablecidos. Los tianguis callejeros y en los campos venden pocos productos como huevos, pimientos, ajo, frijoles, plátanos, pan, latas, arroz, agua y medicinas recuperadas en el “mercado negro de las ayudas”. El transporte local urbano de los microbuses, llamados tap-tap, funciona regularmente así como las gasolineras, los grandes bancos y Western Union, pero las escuelas, las tiendas, los restaurantes abren sólo por unas cuantas horas al día gracias a la energía de unos generadores que consuman mucha gasolina.
Los supermercados que no se cayeron trabajan regularmente, pero son un lujo para ricos y para los que, al menos, no perdieron su trabajo. Para un cuadro claro de la situación señalo los videos y entrevistas del periodista Peter Hallward: LINK.
Los campamentos de la calle Delmas 40-B
Sobre el terreno del ex club de golf de Petion-Ville, al final de la calle Delmas 40-B, son amontonadas más de 3000 tiendas de campaña y lonas por un total de desplazados estimado entre 30 y 50mil unidades. Esta cifra rebasa la de cualquier otro campamento de la ciudad. El ejercito y los marinos americanos se asentaron sobre un cerro que domina el territorio en plano de abajo, en el que las carpas y lonas de los damnificados, junto a las estructuras de emergencia sanitaria y distribución de víveres de algunas Ong como Oxfam y Save the Children, se multiplicaron día tras día hasta la saturación del espacio visible (Entrevista Responsable Misión EE.UU. Campo Delmas-3 partes).
Aquí, cada dos semanas el personal del Catholic Relief Service pasa por las tiendas para efectuar un censo de sus moradores que son 12-15 en promedio. Para cada grupo distinguible de personas se elige a una mujer como responsable. Cada una de ellas recibe una tarjetita que le da el derecho de pedir, en el área convenida del campamento, un costal de 25kg de arroz y otros alimentos para que se repartan y consuman entre todos en los siete días siguientes.
El agua para la higiene personal y los baños llega diariamente dentro de grandes tanques con cisternas de la Onu y del gobierno haitiano y, usualmente, el líquido termina en las primeras horas de la tarde: a veces, con un poco de suerte, se puede tomar una ducha en los espacios públicos montados en diferentes zonas del campamento incluso poco antes de que anochezca, si no, hay que esperar el día siguiente.
La parte del llano, en el campamento, la manejan las autoridades locales de la alcaldía y los funcionares del gobierno realizan periódicamente encuestas sobre las condiciones de vida de la población (Entrevista Empleadas Gobierno “Haití Pap Perí”). Los principales problemas son de tipo higiénicos por el hacinamiento de la población, por los mosquitos y otros insectos, por la presencia de cabras, cerdos, perros y gatos que pasean en los residuos sólidos y orgánicos abandonados en caminitos y senderos, y, por fin, está la basura echada en los riachuelos y las cuencas del ex campo de golf. Aunque no han brotado epidemias graves, el peligro es evidente, así como es muy alto el riesgo de incendio por la costumbre de cocinar dentro de las carpas utilizando parrillas y carbón. La temporada de lluvia y de huracanes que se acerca genera inquietud, ya que las tiendas fueron montadas sobre explanadas y lomas de las cuales cuelan ríos de lodo y desechos. El drenaje no existe y las tiendas se llenan de agua, fango y suciedad arrastrada desde los puntos más altos del campo.
¿Y fuera de los campamentos?
También hay una masa de miles y miles de habitantes que aún siguen en las calles, en los espacios abiertos como parques, banquetas, estacionamientos y plazas, o bien, en chozas precarias o en casas de alto riesgo. Luego, están aquellos quienes emigraron en las afueras de la ciudad o en la provincia para buscar condiciones más aceptables, pero para todos ellos la solidaridad internacional, que más o menos alcanza a cubrir las necesidades de los campamentos, es una palabra vacía.
Todo el mundo busca algo que hacer, vender, reciclar, pero el grande ausente es el trabajo: al menos 90mil puestos se perdieron definitivamente y la mayoría de las actividades productivas y los servicios no han vuelto a trabajar y quizás no lo harán durante meses, entonces muchos viven de las ayudas y de las remesas de familiares en el exterior. Por eso, es normal que la gente en la calle se acerque a los extranjeros, “les blancs”, pidiendo dinero, trabajo, comida o que le ofrezcan algún servicio de traducción o acompañamiento, etcétera. La impresión es que, incluso antes del temblor, la población había estado acostumbrada a vivir en las urgencias y las privaciones más extremas, pero ahora la masa de los sin techo creció desmedidamente en estas calles que ya son su hogar y esperanza.
Las ayudas selectivas y la reacción de la sociedad civil
La recepción de la mayoría de las ayudas no es una cuestión que involucre directamente a los individuos necesitados, sino que es, más bien, un trámite burocrático complejo que está subordinado a la participación en reuniones especiales o clusters. Cada día a las 4 de la tarde, las delegaciones de las Ong van a Tabarre, un suburbio de la periferia capitalina cerca del aeropuerto, y presentan sus credenciales para ser receptores de ayudas en naturaleza, por ejemplo medicinas, materiales de trabajo o comida disponibles en las sedes gestionadas por la Onu, y así entran en una lista de beneficiarios. La casi total exclusión de las pequeñas asociaciones locales deriva de varios factores logísticos, lingüísticos y culturales y de la falta de información con referencia a estas posibilidades de contacto con las Naciones Unidas, pero el problema es sobre todo la escasa visibilidad y credibilidad internacional que tienen con respecto a las muy conocidas “multinacionales estrellas de la solidaridad” que no necesitan ninguna certificación o presentación para desarrollar sus actividades en Haití.
Algunas grandes organizaciones como MSF (Medicins sans frontiers) prefieren, de todos modos, no depender de los apoyos oficiales de la Onu o de ejércitos extranjero, ya que tienen otras fuentes de financiamiento y hay condicionamientos a los que no desean someterse y una imagen de neutralidad que quieren defender. Al contrario, las pequeñas realidades locales tienen severas dificultades en acercarse al complicado lenguaje técnico y especializado de los clusters de la Onu y, en muchos casos, han sido gravemente afectadas por el sismo tanto en sus posibilidades de respuesta e interacción con las instituciones internacionales, como en el número y las capacidades concretas de sus integrantes. A pesar de la presencia de todos estos obstáculos y de claros límites de funcionamiento de las asociaciones haitianas, su presencia histórica sobre el territorio y en los barrios populares es un patrimonio importante e insustituible que debería de valorarse para una intervención más rápida y eficaz donde no llega la luz de la solidaridad.
A partir de mediados del enero pasado, cerca de 60 asociaciones, sindicatos, grupos del sector non-profit y de la sociedad civil están juntando sus fuerzas para acceder a las ayudas y adquirir visibilidad frente a la Onu, al sistema político nacional y la comunidad internacional. En este sentido, están elaborando un programa de acción y unas propuestas sobre temas como educación, derechos humanos, economía, trabajo, género, familia, salud y otros para presentarlo a una asamblea nacional prevista para el 19 y 20 de marzo en Puerto Príncipe y, luego, en la conferencia de la Onu sobre la reconstrucción de Haiti en Nueva Cork el 21 de marzo en la que se conquistaron ya un sitio seguro.
Esta “Coalición para Haití” representa, por ahora, el único intento concreto de romper el monopolio de las decisiones del desgastado sistema político haitiano y de las potencias extranjeras sobre el destino del país. El objetivo es de influir en las decisiones, teniendo como base el conocimiento acumulado en cada sector por los integrantes de la coalición que aspira a tener una voz fuerte y tratar de evitar, además, tanto los riesgos de cooptación como los de exclusión de la sociedad civil en este proceso (Entrevista al coordinador del movimiento, Jean Luc Dessables, en español, 5 partes).
Video Port u Prince de Diego Lucifreddi: YouTube FabrizioLorussoMex
Fotos Haití y Aumohd: Picasaweb.google.com Album Haiti
Algunas fuentes necesarias:
http://www.haitiinformationproject.net/
http://www.blackcommentator.com/67/67_pina.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario